La Casa Club de Larimar:

piedra, luz y encuentro

Diseñar la Casa Club de Larimar fue, desde el inicio, un ejercicio de escuchar lo que el terreno y la visión del proyecto tenían que decir. En Larimar City, la piedra coralina no es solo un material de construcción: es el emblema que une la ciudad, el hilo conductor de sus espacios y el símbolo de una identidad que se arraiga en la tierra misma. La Casa Club no hace más que reafirmar ese gesto: levantar grandes muros de coralina rocalla que, como guardianes, enmarcan la experiencia de quienes cruzan sus espacios.

El diseño de la Casa Club: una fusión de naturaleza y arquitectura

Esa fuerza pétrea convive con superficies más suaves, como la coralina pulida en los suelos, que ofrece un acabado fresco y amable, casi invitando a caminar descalzo en algún momento del recorrido. Sobre ella se levantan techos altos en microconcreto, que en ciertos puntos alcanzan la doble altura, permitiendo que la luz natural, cenital y lateral, penetre con libertad y se deslice sobre la piedra. El resultado es un edificio que cambia con las horas del día: hay momentos en que parece sólido y solemne, y otros en los que se abre y respira junto al entorno.

Un espacio social lleno de gastronomía, arte y cultura

El programa de la Casa Club se fue tejiendo como una secuencia de espacios que acompañan distintas formas de habitar. Desde el lobby de entrada, que recibe al visitante con amplitud, el recorrido se abre a zonas de bar y restaurante, pensadas para extender la experiencia de la ciudad hacia la gastronomía y la vida social. Hacia el borde final, el deck se integra con el agua, generando una piscina natural que prolonga la sensación de horizonte. Pero más allá de estos espacios principales, hay otros que completan la vivencia: áreas transitorias y abiertas que no solo conectan funciones, sino que están pensadas como escenarios para exposiciones temporales de arte, moda o cultura.

Un patio circular en el corazón de la Casa Club

En el centro de la Casa Club, como un corazón verde, se abre un pequeño patio circular. Allí, un árbol frondoso, un flamboyán o quizás un guayacán, dará sombra y marcará el pulso natural del edificio. Esa decisión fue esencial: queríamos que la naturaleza no estuviera fuera, observada desde las ventanas, sino dentro, creciendo como parte misma de la arquitectura. Ese gesto del patio, abierto al cielo, es también una declaración sobre cómo imaginamos la vida en Larimar: interior y exterior en conversación constante, sin fronteras rígidas.

La arquitectura orgánica y las formas curvadas

Las formas curvas, que recorren todo el plan maestro del proyecto, también aparecen aquí, aunque nunca de manera literal. Son curvas que se quiebran, que se interrumpen, que dejan pasar la luz o conducen el aire. En esas rupturas está la riqueza del edificio: no buscamos líneas perfectas y continuas, sino gestos orgánicos que dialoguen con la imperfección del terreno y con la vitalidad del Caribe.

Una reinterpretación de la arquitectura dominicana contemporánea

La Casa Club es, en ese sentido, una reinterpretación de la arquitectura dominicana contemporánea. No pretende imitar lenguajes foráneos ni reproducir imágenes prefabricadas, sino trabajar con lo que nos pertenece: la piedra coralina como material identitario, la apertura hacia la luz y el viento, y la posibilidad de que los espacios se conviertan en puntos de encuentro donde la comunidad se reconoce.

La Casa Club como un símbolo de comunidad en Larimar City

Al final, más que un edificio, la Casa Club quiere ser un lugar de pertenencia. Un espacio en el que la arquitectura no solo contiene funciones, sino que también inspira momentos: una comida compartida, una tarde de sombra bajo un árbol, un recorrido que se convierte en exposición cultural. Un espacio donde el lujo se entiende no como exceso, sino como la posibilidad de vivir rodeados de lo esencial: la tierra, la piedra, el agua, la luz y la comunidad.

Por el Departamento de Arquitectura 

Alondra García Belén

Arquitecta

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